“Buques que caminan entre las montañas”
-Las casas para aquellos que nunca se vendieron-
Aristides Ureña Ramos
Florencia, 1980.— Recuerdo que era el edificio Pepsi Cola, en el barrio de Calidonia, en la esquina donde se encontraba la terminal de buses que salían para la ciudad de Colón, mi padre me ordenó acomodarme atrás, en donde se llevaba la carga, al descubierto de la camioneta, porque adelante, sentados junto a él, irían mi tío Erasmo y mi tía Lalita, ocupando lo dos puestos disponibles al lado del conductor... operación que fue hecha con gran rapidez, debido al gran alboroto que en tal cruce había.
La camioneta cogió por el costado del edificio de la Asamblea Nacional, rumbo a la avenida Ancón, entrando directo a la Zona Canalera bajo jurisdicción norteamericana... corría el año 1967 en la ciudad de Panamá.
Yo, con mi curiosidad, sentado atrás, trataba de captar la novedad de las escenas que para un niño panameño, proveniente del interior de la República, procuraba tal acontecimiento: visitar las esclusas de Miraflores en la Zona Canalera.
Era el cumplimiento de una promesa hecha por mi padre, la cual en esta ocasión se realizaba bajo un espléndido día de vacaciones a mitad del año escolar.
Vi por primera vez un tren, anaranjado y amarillo, con grandes palabras gringas... y por doquier cartelones con jeroglíficos desconocidos e incomprensibles para mí... y vi las gigantescas maquinarias sobre los carriles... y seguíamos el viaje por recorridos obligados rumbo a las esclusas del Canal de Panamá.
Con enorme sorpresa, mi atención fue capturada con la aparición de un barco gigante, que se movía a través de la colina, entre las montañas, lentamente este blanco buque, con grandes contenedores de color ladrillo y zinc metálico, atravesaba sin problemas las montañas... y eso fue lo que memoricé, con gran sorpresa... llegamos a las esclusas y allí mi padre nos dio una lección de ingeniería colosal, mezclada con discursos políticos de reivindicaciones de dignidad nacional y soberanía, que me hacían soñar nuevos horizontes patrióticos.
Al llegar a Santiago y regresar a mi escuela, la maestra nos pidió que escribiéramos sobre:
“¿Cómo fueron sus vacaciones de mitad de año?”... y fue así que me tiré un escrito sobre lo que más me golpeó en esa visita a la Zona Canalera, mezclada con los proclamas de dignidad nacional de mi padre... entregando rápidamente y muy satisfecho mi escrito (tarea) a mi maestra.
Fui llamado adelante de la clase —y frente a todos— mi maestra leyó mi escrito... mientras me ridiculizaba, porque en el escrito había cometido el error de describir la escena del barco que pasaba entre las montañas, sosteniendo que ese barco estaba bajo los rieles del tren y que los gringos usaban esa técnica para atravesar las naves de océano a océano... y que en ninguna parte del mundo había barcos que caminaban a través de las montañas, solo en Panamá se podía apreciar la belleza de que los buques caminaran entre las montañas.
Y la cosa no quedó circunscrita a ese episodio, la maestra siguió ridiculizándome sobre lo que había escrito respecto a la dignidad nacional, sosteniendo delante de toda la clase que el progreso que había tenido Panamá era gracias a la presencia norteamericana, que defendía nuestra patria del peligro comunista.
Que los panameños teníamos que agradecer a los Estados Unidos de América por su colaboración, por haber escogido a nuestra Nación para enclavar un territorio —“la Zona Canalera”— para la paz de toda América Latina.
Que sin los norteamericanos, Panamá no tendría un porvenir de prosperidad y riqueza social, que sin ellos nos moríamos de hambre... por eso teníamos que agradecer a los norteamericanos su presencia en Panamá y que sostener lo contrario era ser un mal patriota y enemigo del pueblo panameño.
Y humillado delante de toda la clase, que en silencio escuchaba, no pude hacer nada, solo llorar mi rabia en silencio y regresar a mi puesto en absoluta desolación.
Al día siguiente al desayunar conté todo a mis padres... mi papá en silencio agarró mi escrito y me acompañó a mi clase... habló con mi maestra, mucho rato... y después me hizo señas para que me parara junto a él y se echó un discurso de los suyos sobre soberanía nacional... yo no sé si mis compañeros comprendieron todo, porque el argumento era muy difícil, pero para mí el solo hecho de que mi padre hablara era una ayuda moral, no estaba solo... y eso era muy importante para mí.
Esa noche, papá se acercó a mi lecho... en el cuarto que compartía con mi hermano Avelino, y, tomando mis pies entre sus manos, me habló de los futuros escenarios... que la ocupación militar norteamericana era un error, que violaba los derechos soberanos de todos los pueblos y de las naciones, que esa injusticia no tenía justificación, pues, la terminología de “a Perpetuidad” era esclavizante para Panamá e insostenible para una nación —la norteamericana— paladina de los derechos de los pueblos.
... que el enclave colonial era una espina dolorosa, no solo para los panameños, sino para todos los hombres libres del mundo... y que de eso parte del pueblo norteamericano era consciente... y que llegaría el momento en que entraríamos a la Zona Canalera, patrones de nuestro destino.
..... y que allí, cuando esa gran injusticia terminara, tendrían reconocimiento los tantos mártires y patriotas que por esa causa lucharon sin nunca vender su dignidad de hombres libres.
..... que allí donde vivían los militares gringos, esas estructuras, se convertirían en viviendas para las familias de los próceres, desde Ascanio y Navas a todos los caídos, aquellos que no se vendieron, aquellos humillados, que lloraron silenciosos llantos, aquellas solitarias lágrimas de censura y gritos al viento encontrarían su casa... las casas de las zonas revertidas donde la Justa Patria hará justicia.
Mi padre, después de un largo silencio, nos dijo:
“¡NO TEMAN!.. no teman cuando imaginen que seremos un solo territorio libre y soberano, no teman en soñar una fuerte democracia basada en la trasparencia de su justicia social y, sobre todo, no teman a imaginar buques que caminen entre las bellas montañas panameñas, porque esos sueños y esas dignidades nunca las venderemos”.
Aristides ureña ramos. Florencia-Italia 1980
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