sábado, 20 de agosto de 2011

II PARTE- MARIO RIERA PINILLA y ARISTIDES UREÑA RAMOS

TEXTO SOBRE MARIO RIERA PINILLA por  Justo Arosemena Moreno

CUENTOS FOLKLÓRICOS DE PANAMÁ
Cuentos folklóricos
de Panamá
Recogidos directamente del verbo popular
Mario Riera Pinilla

Prólogo

Siguiendo nuestro camino sobre los senderos folklóricos llegamos al despertar de un interés sano y ordenado que nos conduce a Mario Riera Pinilla. Su apreciable material de cuentos populares de la zona central de nuestro país, particularmente de Veraguas, se encuentran compendiados en su obra Cuentos folklóricos de Panamá.

A diferencia de las obras publicadas por literatos de la época como Ignacio de J. Valdés, José E. Huerta, José María Núñez, Gil Blas Tejeira, Lucas Bárcenas, Moisés Castillo, Rodolfo Aguilera, Graciela Rojas Sucre, Ernesto J. Castillero y otros tantos, la obra de Riera surca los senderos del apego a la objetividad del relato de sus informantes.

 Las narraciones no son simples episodios en los cuales se retrata el sentimiento y pensamiento del autor; no es una narración del escritor sino del pueblo, de su sabiduría popular, la que transmite, vía oral, a otras personas sin importar la recompensa del reconocimiento, sino el goce estético y psicológico del mensaje que se entrega en las reuniones familiares o sociales.

Los Cuentos folklóricos de Panamá distan de ser una literatura cuentística criolla o costumbrista criolla, vinculada al ambiente rural e idealización de tipos, de estrecha relación con el periodismo de los letrados. La actitud romántica de aquellos relatos en donde se ahoga la espontaneidad creadora del informante no está presente en las narraciones compiladas por Riera Pinilla.

En sus cuentos no se avista la retórica ampulosa, la semilla neoclásica o escolástica de muchos de nuestros costumbristas, ya que los sesenta y nueve (69) relatos sólo aspiran a andar de boca en boca del pueblo, a ser narraciones sencillas, heredadas de generación en generación, tradiciones verídicas en las cuales los narradores tienen el afán de prestarles interés admirativo.

 Mario Riera hizo lo que las reflexiones de La Bruyere, citadas por Jean Frappier, indicaran “tomad las cosas de primera mano; bebed en la fuente”. Aquí se distingue lo auténtico de lo sofisticado, a decir de Paul Delarue.

    El mayor mérito del maestro veragüense parte de su método de estudio. Los cuentos fueron recogidos directamente de informantes, por medio del método fonético, en comunidades rurales, de preferencia. Todas las muestras fueron oídas por el investigador. No hay invento o palabras arregladas que puedan atribuirse al escritor.


Como bien apunta Riera Pinilla, son relatos que a algunas personas les agrada “echar”, por decir narrar, como lo que sigue: “Había un rey que era viudo y tenía una jija que se ñamaba Isabel. El rey se enamoró de una princesa y se casó con ella. Al principio, la reina trataba bien a la niña, pero depué le jue cojiendo rabia y envidia porque el rey quería má a la niña
que a ella...”.

    Todos sabemos que esta narración, no es propia del informante. Ella es la muestra oral que llegó a los oídos de aquel campesino y la registró para luego contarla en la ocasión que creyera oportuna. Son cuentos de estructura universal, en los cuales son importantes las cualidades del narrador. Su aptitud para describir en forma oral, de manera que no se afecte el poder de la fantasía, es tan importante como preservar la función de la narración. Es el saber salvaje que denomina Claude Lévi-Strauss en donde hombres del neolítico viven dentro de una civilización que estima la escritura como algo esencial pero que para aquel hombre no resulta igual, en donde la capacidad de memoria, su retención y ejercitación son la tónica de la conducta de sus principales informantes.

Qué nos sobreviene cuando oímos hablar de Tío Conejo y Tío Tigre, o Tío Conejo y Tía Zorra y el Tío Capacho. ¿Animales simplemente? ¡No!, son animales que hablan, discuten, bailan, como cualquiera de nosotros y para que ello tenga visos de completa realidad, el que “echa” el cuento debe imprimir toda su habilidad y destreza como buen narrador. De aquí que algunas personas, aunque conozcan el cuento, no lo relatan porque temen quedar mal, ya que “no tienen gracia para “echarlos”.

El auténtico narrador transporta el auditorio al mundo de la fantasía, lo traslada a un mundo irreal que termina siendo realidad en la mente del oidor. Su valor es incitante, sugestivo, imaginativo, nutriente de fantasías e ilusiones soñadas.

Es importante destacar la noticia que Riera Pinilla acota al destacar que “sólo ha encontrado un caso en que el informante vive de echar cuento” y fue en Cañazas, Veraguas.

Usualmente el narrador no recibe otro estímulo que la gracia de sus oidores, el premio de la fama de buen “conocedor y narrador de cuento”, o de ser un hombre que sabe entretener o hacer reír a los demás.

De igual forma es oportuno destacar en este prólogo el hecho de que el relato de los cuentos abunda en las comunidades en proporción directa a su distancia de los centros urbanos, apunta Riera. Su relativo aislamiento lo conduce a preservar las herencias culturales,
haciendo que las influencias de otros pueblos no se interpongan con la propia.

La clasificación o agrupación de los cuentos comprende diez y seis bloques en donde la función, sus características, la estructura y el sentido del cuento son la técnica que el escritor adopta para la fusión.

Es impostergable iniciar el ordenamiento según el criterio de Stith Thompson expuesto en The Types of the Folklore. Ejemplo clásico de lo que afirmamos son los cuentos de Tío Conejo y Tía Zorra, de Tía Zorra y la Gallina Fina, los cuales son identificados con el número 122D por el investigador norteamericano.

Cuentos como Pedro y Juan; Pedro Animal; El Príncipe Lagarto;El Príncipe Serpiente; La rana encantada; Los tres infantes; BlancaFlor; Tío Conejo y Tío Tigre; La Zorra; El compadre pobre y el compadrerico; Juan Perezoso, son identificados en las clasificaciones del cuento universal, con variantes en otras latitudes hispanoamericanas.

Cuentos folklóricos de Panamá confirma la postura de Roger Pinón al señalar que cada cuento tiene un tema. Las muestras de Pedro Animal revelan una unidad temática. “Es un mismo tema con diferentes sentidos, por ello constituye una familia temática entre las cuales se pueden distinguir versiones que se refieren, cada una, a un tipo bien determinado” 1.

1 PINON, Roger: El Cuento Folklórico. Buenos Aires, 1965, Pág. 24.
 
Para el caso, los cuentos de Pedro Animal revelan la presencia de dos her-manos, Pedro y Juan; el primero la víctima de las andanzas del segundo, en algunos casos como hermanos, y en otras como el peón. Igual vemos en los cuentos de animales, Tío Conejo, Tío Tigre,
Tía Zorra.

La colección de Riera, con sus cuentos maravillosos, anecdóticos, de animales, religiosos, novelescos, del diablo, nos entrega personajes que no están separados entre sí por barreras biológicas, geográficas, sociales, económicas, temporales o míticas.
Como bien señala Pinón, los animales y los hombres se hablan, los héroes recorren el espacio sin restricción real; los héroes pobres se casan con hijas de reyes y éstos no se distinguen de sus súbditos más que por el poder y la riqueza que automáticamente les da el
rango; la acción se sitúa en tiempo indeterminado, más allá del tiempo real, en donde el mundo de los vivos se une frecuentemente con el de los muertos.

Obra de grandes dotes, invita a profundizar en su contenido. Para ella el tiempo no pasará. Siempre será fiel vigilante de una postura, portadora de un mensaje de humanidad, de un legado tan antiguo como el propio hombre que trata de reencontrarse en la fantasía de su mente soñadora.

Mario Riera Pinilla, décimo hijo del matrimonio de un ciudadano español de nombre Narciso Riera Roca y madre panameña, Angélica Pinilla de Riera, nació el 4 de febrero de 1920.  Educador como su hermano mellizo Jaime, estudió antropología en México en donde ejercía un cargo diplomático.

Entre su producción literaria se cuentan: La muerte va por dentro y Rumbo a Coiba. Riera muere en plena edad productiva un 12 de octubre de 1967.

Continuando esta senda folklórica en Panamá como en otros tantos sitios de nuestro continente, prolifera la leyenda como aquella narración imaginaria, ubicable en el medio físico con fuerte contenido de una moralidad primitiva en donde los pueblos aspiran a despertar un grado de admiración, conmoviendo los sentimientos y trasmitiendo grandes enseñanzas para dar con ella solución a sus problemas, a su heroico vivir contra las fuerzas de la naturaleza, a la práctica de sus cultos”, a buen decir de G. Manrique De Lara en su trabajo Leyendas y cuentos populares de España.
Justo Arosemena Moreno
Panamá, 1999


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