ARISTIDES UREÑA RAMOS - Chuchú Martinez
José de Jesús Martínez, poeta, dramaturgo y ensayista nicaragüense que adoptó la nacionalidad panameña |
EL MENDIGO Y EL AVARO
Por: Chuchú Martinez
(Sargento escolta del General Torrijos).
Había una vez un mendigo que se encontró con un avaro, y le pidió una limosna. Pero el avaro no se la dio. El mendigo se alegró de que el avaro se envileciera, tanto más cuanto que él era un pobrecito mendigo. Cuando murieron, el avaro se fue al purgatorio, pero el mendigo al infierno.
Tiempo después se volvió a encontrar el mismo mendigo con el mismo avaro. Y el mendigo volvió a pedirle una limosna. Pero el avaro no se la dio. El mendigo, escarmentado por su experiencia anterior, no se alegró ya de que el avaro se envileciera a su costa. Por el contrario, se lamentó de ello, habiendo en la ciudad tantos otros mendigos igualmente pobrecitos con los cuales podría haberlo hecho. Cuando murieron, el avaro se volvió a ir al purgatorio y el mendigo nuevamente al infierno.
Todavía una tercera vez volvieron a encontrarse el mismo mendigo con el mismo avaro. Esta vez el mendigo entró en pánico al ver al avaro y cruzó rápidamente de acera para no toparse con él. El avaro lo lamentó mucho, porque, escarmentado también él por su experiencia anterior, se había decidido a darle la limosna. Cuando murieron, el mendigo terminó nuevamente en el infierno, pero el avaro, en cambio, fue al cielo.
Y todavía una vez más volvieron a encontrarse el mismo mendigo con el mismo avaro. En cuanto vio al mendigo, el avaro le ofreció una limosna que ya traía preparada. Pero el mendigo se lanzó al cuello del avaro y lo estranguló y le quitó todo el dinero. Esta vez el avaro no se fue a ninguna parte, porque murió. Y el mendigo vive todavía, y nos está mirando.
Y todavía una vez más volvieron a encontrarse el mismo mendigo con el mismo avaro. En cuanto vio al mendigo, el avaro le ofreció una limosna que ya traía preparada. Pero el mendigo se lanzó al cuello del avaro y lo estranguló y le quitó todo el dinero. Esta vez el avaro no se fue a ninguna parte, porque murió. Y el mendigo vive todavía, y nos está mirando.
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