David Robinson....una tarima directa.
por: aristides ureña ramos
Este es uno de los cuentitos, que he leído con mucho interés…y quisiera abrir a ustedes con la presentación de este.
El motivo que me lleva a esta decisión, son las siguientes. Tengo una gran pasión por aquella literatura directa, simple, fuera de rebuscada y adornada formulas literarias. En este cuento de David cumple con esos requisitos, como notaran a leerlo, sin perder ese latir criollo y calorcito panameño.
SERAN TRES LOS CUENTOS que aquí, les pondré, de distintos autores, para que compartan conmigo, la genialidad de esa buena literatura panameña.
DAVID ROBINSON |
David Robinson, nació en Panamá, Licenciado en Biología, especialización en Botánica y Educación Media (Universidad de Panamá) Realizó un Diplomado en Literatura (curso) en la universidad Tecnológica de panamá. Fue miembro de los colectivos poéticos Umbral y José Martí, discontinuos.
Cofundador de la Asociación de Escritores de Panamá, organizada por Enrique Jaramillo Levi. Premio Esther María Osses, de poesía, y premio Darío Herrera y Nacho Valdés, en cuento. (Instituto Panameño de Estudios laborales).
AMOR A PRIMERA BIRRA
La cerveza estaba caliente, así que tomé dos bien fregados frascos de mayonesa, mi más fina vajilla, los llené con cubos de hielo y dorada birra. Bebimos. Ella habló, yo escuché.
Nos conocimos en una cantina, un Martes de carnaval. Empatamos tan bien que nos encuartelamos en mi casa. Allí vivimos una borrachera hasta el Domingo de Resurrección. Ni siquiera perdonamos el Viernes Santo. Entre la cerveza y el coger se nos escaparon ligeros el entierro de la sardina, la cuaresma, sus vacaciones y mí para laboral. Ella comenzó el semestre regular en la universidad. Yo comencé a trabajar en una agencia de guardias de seguridad.
Al principio, la buscaba después de clases y pronto se me hizo evidente que eso le enojaba. Luego comenzaron las discusiones por las causas más tontas; algo pasaba. Podré ser cualquier cosa, pero no idiota, así que la invité a conversar sobre nuestra relación. Ella habló, yo escuché.
¡Qué retahíla! Que ella era una universitaria y yo no, que mi ordinariez extrema, que sí este santo, que sí aquella virgen. Confesó su perturbación del día que la seguí al interior del baño de damas. Por esa razón rompía conmigo. Terminó la cerveza, me entregó el frasco con un gesto que decía ¿Vez? Y se marchó con sus trastos.
Nunca dijo toda la verdad. Nunca me dijo que a pesar del placer y la cerveza que gozaba en privado conmigo, en público su estómago se llenaba de sobresaltos. Nunca me dijo que al ir a buscarla, su cara palidecía frente a sus amigos universitarios. Nunca me dijo que no podía confesarles que cuando hacíamos el amor, mis enormes tetas aplastaban sus pequeños senos.
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