“Los hombres no lloran, aguantan en silencio”….
Sucedía en Santiago y sucedía muy a menudo, que el grande tanque para recoger aguas, que se encontraba delante del gimnasio de la Escuela Normal, comenzaba a perder agua…. yo y mis compañeros de barrios, nos poníamos desnudos a bañarnos debajo a ese chorro, compartiendo la picardía, que esas travesuras nos producía, siendo estos unos de los más bellos juegos de mi feliz infancia.
En unas de estas ocasiones, sucedió que el grande tanque del IDAAN, comenzó a perder una gran cantidad de agua, pero unido a este acontecimiento, del cielo caía un grande chaparrón, y era lluvias de fines de noviembre...dichos vendavales venían acompañados de truenos y relámpagos que asustaban a todo el vecindarios, alarmando a toda la población, que corrían a quitar ropa de los alambrados y a tomar todo tipo de precaución a tan pavoroso avenimiento…pero yo y mi amigo Alex, no podíamos perder tan maravillosa ocasión, y allí nos tiramos, en pelotas debajo de ese maravilloso diluvio universal.
No sé como sucedió, que mi Madre se dio cuenta de nuestro imprudente juego… y se apareció- improvisamente- delante de nosotros, con su severa cara, en mano una correa y en menos de quien piensa, nos las encontramos junto a nosotros, bajo el chorro de agua, que nos tiraba rebencazos, detrás de rebencazos….hasta hacernos salir rápidamente de nuestro juego, llevándonos al abierto patio, bajo la lluvia….y de allí hasta los portales de la casa de la familia Morales, siempre a correazos, detrás de correazos….. Una retreta de rebencazos y correazos, acompañados de sus gritos:
--“¡Chiquillos del diablo, nos ven que esta tronando, que si le caen un rayos los matas de una vez!”—y seguía gritando cosas, acompañándose con el bendito gesto de garrotillazos en nuestras canillas.
Para esos tiempos, las Mamas podían pegarles a todos los hijos de la barriada, porque “Mamá” era algo que te quería mucho, que te protegía siempre, no importaba de quien eras hijo, porque Mamá era algo inmenso, algo grande, algo parecido a un grande paragua acogedor.
Además, sabíamos muy bien que no teníamos que llorar, porque por estos lares, no sé porque, las Mamas siempre te gritaban:- “Eso es pà que aprendas ser hombre” y “Los hombres no lloran, aguantan en silencio”…. Así que aunque si los rebencazos dolían mucho, se gemía en silencio y se aguantaba callado, sin nunca llorar.
Bueno… mudo hasta cierto punto (¿?)…porque apenas mi mamá, se distraía me iba calladito a recoger mi ropa, debajo el tanque, al lado del chorro…. y allí donde ninguno me podía oír o ver, me ponía a berrear como ternero recién nacido, maldiciendo todas la correas de este mundo, sobándome mis adoloradas canillas y llorando a más no poder.
Por eso cada vez, que viajo para la capital y veo los mastodónticos tanques grises del viejo IDAAN, me recuerdo de todas las Mamas interioranas, y en mi mente las veos a todas ellas que me repiten, con las correas en las manos: “Los hombres no lloran, aguantan en silencio…..”, arrancándome dentro de mí una cómplice sonrisa.
ARISTIDES UREÑA RAMOS
Florencia 20 de abril 2001
Yo recuerdo ese tanque, quedaba en calle 9, todavía el terreno en que quedaba esta valdío, también recuerdo que para llegar alli, desde la barriada habia que cruzar un puente improvisado sobre "La Zanja Madre", si mi mente no me traiciona, solamente queda en Santiago uno de esos tanques en la escuela San Vicente, saludos Aristides... Carlos Edwards P.
ResponderEliminarBuenos recuerdos aquellos! Cuando las mamas pudian y querian corregir a sus hijos?
ResponderEliminarRecuerdos de una niñez, que sin duda fue bien disfrutada... como todo niño, buscando adrenalínicas aventuras en la fiel compañía de aquellos amigos inseparables de aventuras... siempre los padres, en su afán de lograr una buena crianza, nos delimitan nuestros actos y por muy "duros" que nos solían parecer, finalmente, de adultos, le encontramos el real sentido... un cariñoso saludo desde mi tierra querida... mi Chile
ResponderEliminarexcelente...
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